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Reportaje escrito

  • Foto del escritor: Daniela Valdivia Blume
    Daniela Valdivia Blume
  • 15 jul 2019
  • 9 Min. de lectura

Actualizado: 16 jul 2019

Los goles no solo se ven, se sienten


El momento de sensibilizarse no lo elegimos, pero el momento de igualar las oportunidades sí. Goalball, un deporte que estará en los Parapanamericanos, se juega con una pelota con cascabeles y vendados, le da una nueva ilusión a chicos y chicas que sueñan con darle una medalla al país.

Para revivir en esta ciudad solo se necesita de un buen golpe. Pues, hay rincones en donde Lima la Gris no consigue mitigar las ganas para trabajar ni la fuerza por si en algún momento se le va a alguno. El tiempo tampoco ha logrado aminorar los pasos, exactamente los pies de diecisiete practicantes de un deporte que parece ser algo más específico y riguroso, y que busca detectar la libertad para cambiar las cosas. En el mundo de los juegos paralímpicos marcar la diferencia significa mejorar para traspasar fronteras. En el Goalball, un deporte dirigido a personas con discapacidad visual, hay razones suficientes para crecer y aprender sin límites. Se reconocen a sí mismos a fondo, piensan en formas y están preparados. Sus padres sentían miedo de que nunca iban a poder, pero ahora valoran más que nunca la diversidad como parte de lo cotidiano y lo que sus hijos pueden llegar a dar se trata de empezar a creer en el camino que ellos y ellas desean seguir solos.


Para Milagros Cotrina Ramos de 17 años, pre seleccionada nacional del equipo femenino y posible candidata para representarnos en los Parapanamericanos Lima 2019, practicar Goalball simboliza una conexión que le hacía falta para hacer algo importante y sin mirar a nadie. “Al comienzo no podía movilizarme sola. Mi mamá tenía mucho miedo de dejarme, entonces para mí era complicado. Iba a practicar los días, que iba otro compañero o a veces dejaba de asistir una semana. Por eso, cuando llegaba siempre pensaba en que podía ser mi último entrenamiento. Y a pesar que no era la más comunicativa estoy segura que mis ganas y la responsabilidad que demostré para hacer las cosas, cómo llegar temprano, por ejemplo, hicieron que mi entrenador me considerara para entrar a la selección nacional.” En lugar de enfocarse en cambiar algo, Milagros eligió salir de casa y aprovechar el tiempo para trabajar duro en un deporte que le permitiría tener una visión más amplia.

Nacidos para dar guerra

El Goalball es una práctica que se creó en 1946 por el austriaco Hanz Lorenzen como terapia para ayudar en la rehabilitación de los soldados heridos en la Segunda Guerra Mundial. En los Juegos Paralímpicos de Alemania 1972 se disputó el primer partido a modo de exhibición y la inclusión definitiva se produjo en los Juegos de Toronto 1976 en Canadá. Según la Federación Internacional de Deportes para Ciegos hoy en día se practica de manera oficial en más de 73 países en la rama masculina y 38 en la femenina.


En el juego se utiliza un balón que pesa 1 kilo 250 gramos y posee un cascabel en su interior. Gracias a este elemento los jugadores pueden saber dónde se encuentra la pelota. A través de un lanzamiento con la mano —al estilo clásico de los bolos—, los puntos se anotan haciendo goles y al mismo tiempo la idea es defender la portería. Cada equipo se conforma por tres jugadores con un máximo de tres suplentes y tres guías en el banquillo. Todos como arqueros, pero con la diferencia que estos se posicionan en el piso. Los partidos tienen una duración de 24 minutos con dos tiempos de 12 minutos cada uno. Al finalizar ambos tiempos se cambia de cancha. Asimismo, existen unas líneas que marcan el campo de juego que son fijadas al suelo con una cuerda gruesa y cinta para ser reconocidas al tacto. Finalmente, el partido puede acabar más rápido ganando por diferencia de goles.


Durante la competición hay oficiales que tienen el control absoluto del partido: dos árbitros principales, un encargado de medir el tiempo, dos encargados de medir periodos de 10 segundos, un encargado de puntuación, un anotador de lanzamientos y 4 jueces de portería. Los árbitros principales tienen un silbato con el que señalan distintas incidencias: el comienzo, los goles, la reanudación del juego, las infracciones y la detención si fuera necesaria. Las dimensiones son parecidas a las de una cancha de vóley. Un rectángulo de 9 metros de ancho por 18 metros de largo, pero con la diferencia de que el arco mide 1.50 metros de alto. Los espacios se dividen en zona propia, de lanzamiento, de defensa y una neutral que es común para los dos equipos. Todos los jugadores cuentan con un uniforme reglamentario que consta de una camiseta oficial de competición numerada, zapatillas, pantalón de arquero, rodilleras, coderas, protector de genitales y gafas traslúcidas. Estas últimas se utilizan con el fin de estar en igualdad de condiciones, ya que existe una clasificación médica establecida por la Asociación Internacional de Deportes para Ciegos. Se dividen en tres: B1 ciegos totales, B2 personas con resto visual reducido y por último B3, personas con recursos visuales aceptables. Dentro del partido el árbitro debe revisar los cobertores visuales y no está permitido que los jugadores los toquen, puesto que se considera como falta. Por último, todos los comandos son en inglés por el sistema internacional que requiere que así sea en todos los países.


Las lesiones también abren puertas

Hasta el momento ambos equipos (masculina y femenino) han tenido la oportunidad de participar en un torneo regional realizado en Ecuador en el 2016. Luego, en la Copa América de Goalball 2017 en Sao Paulo, donde quedaron en sexto puesto. En noviembre del mismo año fuimos sede del Sudamericano y el equipo de damas ganó la medalla de bronce, ubicándose por debajo de Colombia y Chile. Y por último, el año pasado en un torneo nacional, en donde se integró por primera vez el equipo de damas, nuestras chicas jugaron contra el equipo de varones de Cajamarca, Chiclayo, CERCIL (Centro de Rehabilitación de Ciegos de Lima), la Unión Nacional de Ciegos y el Instituto Bartolomé, donde obtuvieron un merecido tercer lugar.


Entregar todo lo que está a su alcance y desplazarse con confianza —fuera y dentro de la cancha— es un objetivo que los ha ayudado a dirigirse, y a tener un propósito. Felizmente, en esta ciudad nos quedan historias que nacen del compromiso y que nos inspiran a seguir adelante. Luis Enrique Ochoa Arce de 45 años no se detuvo nunca. “Fue un cambio totalmente radical. Antes veía, pero por un accidente que tuve se me desprendió la retina y quedé invidente. Al principio estaba con depresión y no era para menos. Pero después me rehabilité y comprendí que la vida tiene que continuar. Un día el profesor, Miguel Ramírez Reina, me invitó a participar en Goalball. La disciplina no la conocía, en verdad. Poco a poco comencé a practicar, le puse ganas y así fui mejorando hasta que conseguí mi participación en campeonatos nacionales e internacionales, como en Ecuador y Brasil.”

Luis Enrique, quien ahora es preseleccionado nacional del equipo masculino comenzó a practicar en el 2014, el mismo año en que el Goalball llegó al Perú, a través de Maximus Project II, un programa auspiciado por la Agencia Internacional para el Desarrollo de los Estados Unidos (USAID). Con ello se buscó promover la paz, el empoderamiento y la inclusión social para personas con discapacidad en Sudamérica. Actualmente apoya a más de 100 países promoviendo el desarrollo económico, la salud global, la educación, entre otras áreas operadas por la Fundación Arcángeles de Colombia.


Humildad antes de transmitir

Para la formación de entrenadores de Goalball el programa citó a profesores de diferentes países. De esta forma, se conformó un proyecto de preparación que se desarrolló en Colombia, con el fin que posteriormente los profesores regresaran a su país y desarrollen este deporte a un nivel de alto rendimiento. El tecnólogo médico y terapeuta físico Daniel Aparicio, actual entrenador de la selección nacional masculina, fue quien introdujo esta disciplina integral en nuestro país. “Me formé en el Centro de Estudios del Deporte, una institución con la que antes contaba el IPD (Instituto Peruano del Deporte). Luego, hice una especialización fuera del país y llegué al Goalball en febrero del 2016, a través de la convocatoria realizada por el Proyecto de la Fundación Arcángeles de Colombia con el apoyo de USAID. Fuimos varios los profesionales que nos interesamos y la Presidenta de la Asociación Nacional Paralímpica del Perú, Lucha Villar, me invitó para que pudiera dirigirme a este deporte. Después, viajé a Bogotá para capacitarme y me eligieron para que sea yo quien desarrollé el proyecto en el Perú.”


Para nuestros seleccionados y sus profesores el prejuicio del ‘no puedo’ no existe cuando el equipo se traza un nuevo objetivo. Luis Cabanillas tiene 28 años, es egresado de la carrera de Terapia Física de la Universidad Nacional Federico Villarreal y actual entrenador de la selección nacional femenina. Él también nos cuenta cómo empezó este desafío.

“Conocí el Goalball mediante el profesor Daniel Aparicio. Él me pidió que fuera su asistente y yo quedé encantado. No me esperaba que me eligiera, pero creo que lo que Daniel vio en mí fue mi carisma, mis ganas de ayudar a la gente y la empatía que tenía con los deportistas. A partir de ahí hice un curso de arbitraje en Ecuador y acá en Lima llevé otro curso para formarme como entrenador. En el 2017 me convocan como profesor de las damas.” Cabanillas sabía que tener esta gran responsabilidad implicaba una dimensión académica, profesional y hasta personal, especialmente Aparicio quien habla sobre la gran contribución que pueden llegar a tener los atletas paralímpicos en la difusión del deporte en personas con discapacidad. “Espero que en estos Juegos Parapanamericanos Lima 2019 el Perú conozca y vea que las personas con diferentes discapacidades son capaces de incluirse en la sociedad y desarrollarse en deportes de alta competencia, y no solo en Lima, sino también al interior de nuestro país para que una persona con discapacidad que no sabía que podía llegar a hacer vea a estos deportistas como inspiración y así otros se animen a aprender. Y también, que más profesionales se involucren en enseñar deportes a personas con discapacidad.”


La experiencia del Goalball parte de lo pasional. Organizarse en el campo proporciona a sus jugadores seguridad y confianza. Ellos están atentos y expresan con fuerza qué es lo que pueden dar. Además, a través de esta práctica tienen la oportunidad de desarrollar una serie de competencias y capacidades físicas que, sin duda, ayudan a reforzar su orientación en el espacio, agudizar sensorialmente su oído, activar su sistema muscular, evitar el sedentarismo, entre otros. Al mismo tiempo también se trabaja la actitud y el comportamiento, sobre todo la interacción con el otro y el cumplimiento de las obligaciones.


Luis Enrique, nos cuenta que el esfuerzo de todos los días se concentra en la emoción de lograr algo, y el trabajo en equipo y la comunicación son clave para conseguir el éxito en las competencias. “Basta que te pierdas un momento en el partido y vienen los goles. Se necesita bastante concentración y un buen sentido de la ubicación. Así como el trabajo en equipo y la comunicación dentro del campo para no chocarnos, por eso utilizamos silbidos, nombres, o palabras como, “voy” o frases como, “la tengo” para saber quien coge el balón y de esta manera poder avanzar, y hacer los goles.”


A Milagros, por otro lado, el trabajo en equipo y la coordinación de acciones se torna un poco más quisquilloso, pues, no todo sale a la primera. “Jugar en equipo es lo más difícil para mí. Hay veces en donde aún me muevo sola pensando que las demás van a entender mi jugada y no es así. La técnica de lanzamiento también me cuesta, por ejemplo. El profesor me dice: “Abre la mano”, y lo hago, pero me olvido de llevar el hombro hacia adelante, aún me cuesta hacer las dos cosas a la vez. Eso me desespera en los partidos. Felizmente en los campeonatos siempre ponen música y ese es mi truco para poder relajarme.”


Intentarlo cada minuto cuenta

Conectar con los demás y dar lo mejor se trata mucho más que comunicarse con un balón. Para estos deportistas sacar a relucir esa felicidad se basa en decisiones que han costado mucho trabajo, como romper la zona de confort para encontrar su elemento.


Luis Cabanillas describe la repercusión que ha desatado esta pasión y se siente agradecido por el reconocimiento de su trabajo en los demás, ”el interés de toda la gente que me rodea es mi motivación. Cuando me preguntan en qué trabajo y respondo que con chicos con discapacidad visual, me preguntan cómo es y toman interés. Me llena el corazón decir que ellas son mis chicas así sea en un partido de práctica. Estoy seguro que van a ser historia.”



Buscar la forma para poder se trata más que levantarse de la cama, cambiarse e ir a entrenar. Sus protagonistas y quienes vienen recorriendo este largo camino han conseguido transformar su discapacidad en una de sus fortalezas guiados por su constancia.

“Este deporte me ha ayudado a reforzar la solidaridad, el respeto y la lealtad hacia los demás. Con el tiempo he entendí que la discapacidad visual no es un problema. Es una limitación nada más. Puedes hacer todas tus cosas con un poco de dificultad, pero puedes hacerlas. Con este deporte te independizas, te vales por ti mismo y eso significa mucho”, cuenta Milagros. “El Goalball se trata de ser tolerantes y de comprender más lo que está a nuestro alrededor. Este deporte nos enseña mucho a avanzar, a guerrear, a empujar, a no quedarnos atrás. No es incapacidad, sino discapacidad. Quizá no podemos cambiar, pero que podemos mejorar, si podemos hacerlo”, afirma Luis Enrique.


El Goalball en el Perú tiene hambre de metas y así como Milagros y Luis Enrique, también están Jenniffer Mamani, Jorge Pérez, Diana Flores, Juan Julca, Nicolle Pelayo, Augusto Peso, Nicole Pérez, Héctor Herrera, Erika Inuma, John Quispe, Nicole Ochavano, Jhorman Obando, Ronald Geldres y otros atletas. Juntos contagian su pasión y hacen creer a todos que se puede luchar contra cualquier equipo, incluido el de los prejuicios, pues, ganar una medalla no solo es la razón principal, sino también conseguir su plena integración social.





 
 
 

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