Perfil Periodístico
- Daniela Valdivia Blume
- 16 jul 2019
- 3 Min. de lectura
Richard Hidalgo desde las alturas
No sabías lo que iba a pasar, pero lo que sí sabías es que ibas a dar todo lo que tenías como mejor sabías hacerlo para alcanzar los picos más altos del mundo.
Serviste, enseñaste y nos compartiste tu pasión por las montañas. Sembraste un camino largo y permanente para conectar con tu propósito, alimentar tus experiencias profundas y aprender mayores lecciones.
Lo dejaste todo. Cargaste esa mochila grande e impermeable —la que muchos jóvenes quisiéramos usar cuando se emprende por primera vez un viaje solo— y saliste a explorar el mundo sin una fecha de vuelta, sin que te convencieran de si valía la pena. Viajaste por el Perú y otras tierras lejanas como India, Pakistán, Nepal, Tíbet y China, para comenzar expediciones que te brindaron la oportunidad de conocer nuevas costumbres, religiones y formas de vida.
El cansancio en tus pies nunca te detuvo. El poder de tu respiración y fortaleza interior comunicaron a través de cada una de tus células más que un dolor físico, una sanación. Eras más bien un cuerpo con alma de aventurero, el que siempre decidía quedarse más tiempo y no precisamente para tomarte una foto, sino para mostrarle a los ojos atentos esa bandera de rojo y blanco, —la que seguramente usaste alguna vez para abrigarte y la que afortunadamente tuvimos el honor de compartir contigo—.
Tu interés por el montañismo nació de casualidad, cuando viste un anuncio en el diario El Comercio sobre un curso básico dictado por el Club Andino Peruano (CAP). Luego, decidiste profesionalizarte y ahí estabas, te habías convertido en Guía Internacional de Alta Montaña (UIAMG).
Creciste y probaste tus límites. Te motivaste a trabajar en tu desempeño y te diste ese impulso para conquistar tus más soñados abrigos rocosos naturales.
En el Perú dejaste tus huellas en la Cordillera de la Viuda, exactamente en Yanashinga (5,300m), Rajuntay (5,470m), también en Cashan (5,723m), Humashraju (5,250m), Oschapalca (5,881m), Cayesh (5,721m), Churup (5,493m), Tocllaraju (6,032m), Huascarán (6,768m), y Llongote (5,781m) en la Cordillera Yauyos.
La vida fue avanzando, los astros fueron rotando y, por lo tanto, tu visión también. Estabas dispuesto a desprenderte del miedo y confiaste, te diste ese empuje para ir más lejos.
Durante el 2013 y el 2014 recorriste el país del montañismo, Nepal, lograste alcanzar la cima de Annapurna (8091m), después fuiste por la sexta montaña más alta de la tierra, Cho Oyu (8,201m) al oeste de la cordillera del Himalaya. Y, en la zona occidental del país asiático escalaste “La Montaña de los Espíritus”, Monaslu (8,163m), el Gasherbrum II (8,035m) y el Sisha Pangma (8,027m).
Pero, no todo fue perfecto. Tuviste días con periodos de crisis y desorientación, algunos resultaron fáciles de aceptar, otros no tanto. No obstante, a pesar de no haber superado montañas como el majestuoso Everest, Komola Qmaq (8,848m), Kachenjunga (8,586m), o Broad Peak (8,047m) no dejaste de sonreír y creer en tu capacidad para lograr tus metas y disfrutar de tu sembrado.
Esos 25 años ensuciando tus botas, superando caídas, teniendo náuseas, vómitos, dolores de cabeza o aguantando la presión atmosférica en invierno y sin oxígeno extra nunca frenaron tus ganas de conseguir más.
Nos abriste puertas que no se habían abierto jamás, cuando fuiste el primer peruano en llegar al Monte Elbrús, la montaña más alta de Europa con una imponente altura de 5,642 m.s.n.m, en Rusia.
A través de tus anécdotas extremas nos enseñaste que el progreso a fondo se trata de no rendirse y que debemos estar preparados al máximo para asumir cualquier reto.
Completar este objetivo significó como muchos otros tu coraje y muestra de superación. Sin duda, serás recordado como un verdadero ejemplo de persistencia y una de las mejores lecciones que quedarán en la posteridad de lo que implica trazarse un sueño en la vida.
El alpinismo te enseñó a conocerte y representó tu interiorización sobre el mundo vertical. Estableciste una comunicación con las rocas y el hielo llegando a compenetrarte con el espíritu de las cumbres.
Tu amor y respeto por las montañas lo recordaremos como una fuerza desde el cielo a donde quiera que vayamos.
Para ti Richard, desde las alturas.

Foto: Fuente RPP
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